La mujer llevaba un hacha en la mano la primera vez que la vi. Su intención por aquel entonces estaba clara; quería atacarme y, muy posiblemente, matarme. Para poder leer su mente y saber todos los detalles de por qué quería hacer eso, tendría que ponerme en su campo de visión, aun a sabiendas de que eso modificaría sus pensamientos.

Desde que dejamos de convivir con el ser humano, en el reino de Namagarada ha corrido el rumor de que las dragonas tenemos una serie de características específicas: nuestro tamaño es imponente, tenemos un color tirando a rojizo y las escamas de nuestras alas tienen propiedades curativas. Además, tenemos la capacidad de introducirnos en la mente humana, comunicarnos a través de ella y leer sus pensamientos. Eso sólo sucede, sin embargo, al situarnos en mirada directa con la persona humana, lo que puede hacer que esta oculte fácilmente sus más íntimos pensamientos.  La mujer aprendió pronto que todas esas leyendas eran ciertas. Lo que nunca fue verdad, sin embargo, es que somos una especie violenta y agresiva; más bien al contrario.

-    Explícame por qué me visitas – no era la primera humana a la que me enfrentaba, había descubierto hacía tiempo que la mejor forma de que perdieran el rumbo del ataque era hacer que se desestabilizaran al oír mi voz en su mente. Y funcionó.

La mujer soltó el hacha y no parpadeó ni una sola vez mientras dejaba que entrara en su mente y descubriera qué hacía allí.

-    Nitraslava Adarag es mi nombre completo. Me alisté en el ejército de sus Grandiosas Dignidades Lleu y Veles con 23 porque las deudas en mi familia nos ahogaban. Y de eso hace ya unas cuantas lunas dobles. El arte físico y las armas no se me daban mal, pero odiaba la sangre y tener que luchar. Por eso… en cuanto me enteré del sistema… de poder hacerse voluntaria para buscar dragonas no lo pensé dos veces. Porque me gusta estar sola. Porque nunca pensé que podría encontrar yo sola a una dragona. Creía que con vagar sin rumbo durante un tiempo y volver con las manos vacías, me podría librar de todo ese tiempo de lucha. Nunca creí… nunca creí que fuera tan fácil encontrarte.


Noté que había algo que me ocultaba. Y probablemente ella notó que era muy obvio los esfuerzos que estaba haciendo por ocultármelo. No quise investigar y darle así un margen de confianza porque Nitra parecía muy cansada. Probablemente venía de Mar, la principal ciudad de Namagarada, y esta estaba a mucha distancia, a unos cinco días a paso humano sin utilizar la magia.

Las mentes humanas solían ser fáciles para mí. En mis tiempos jóvenes en los que las dragonas cohabitábamos con seres humanos, duendes y hadas voladoras, me era muy fácil detectar si había algo que la mente humana me estaba ocultando. Pero de aquello hacía ya más de 70 lunas dobles y mi habilidad estaba bastante oxidada, por lo que quise creer que la mujer era honesta. Me compadecí y le dejé hueco en mi cueva. Salvo la esporádica visita de alguna hada cuando las dos lunas se juntaban, hacía mucho que no tenía contacto ni comunicación con ningún ser vivo y, en lo más profundo de mi alma, echaba de menos tener a alguien a mi lado con quien compartir. Ambas éramos dos marginadas que se habían encontrado mutuamente.

Esa noche, Nitra se abrió más a mí y me explicó que todas las desgracias en su familia habían empezado con la enfermedad de su hermana pequeña. Desde que Lleu y Veles habían llegado al poder, se había expandido una enfermedad de la piel que atacaba con ferocidad a los estamentos más pobres de la sociedad. Esta enfermedad consistía en que la piel se iba deshaciendo poco a poco hasta hacerse líquida en su totalidad. El resto de su familia había desistido y se había rendido, asumiendo el destino de la pequeña Segye. Pero Nitra quería aprovechar ese viaje para investigar, para hablar con los druidas y las brujas, para que le ayudaran a combatir esa enfermedad.

Y, tonta de mí, me dejé llevar por la esperanza en la humanidad. Quise creer que podría ayudar a mi nueva amiga a encontrar la solución y le prometí que viajaría con ella, que incluso podríamos volar para movernos más fácilmente.

Me recosté y cerré los ojos con la reconfortante sensación de que, desde el día siguiente, mi vida cambiaría y estaría dedicada a ayudar en la búsqueda del remedio a esa enfermedad.

Cuando la primera de las lunas estaba en su máximo resplandor, una sensación de dolor extremo en mi espalda me hizo despertarme. Lo interesante del poder de lectura de cerebros en las dragonas es que hay dos momentos en los que podemos leer con total claridad una mente humana. Uno, es con el contacto directo visual. El otro, es cuando esa mente infringe un daño extremo en la dragona, como era mi caso en ese momento.

Nitra me estaba arrancando las escamas de las alas porque corría el rumor de que hacer un ungüento con ellas era el remedio más eficaz para la enfermedad de la piel de su hermana. Vi desesperación y terror en su mente, vi ansias y anhelo, vi remordimiento y tristeza. Pero por encima de todo, vi necesidad y angustia y esperanza porque aquello funcionara y porque pudiera llegar a tiempo.


De eso hace ahora media luna doble. No sé exactamente cuánto tiempo sobrevive el sistema de una dragona sin las escamas de sus alas. Las torturas a mi especie que vi en mi juventud nunca fueron a ese nivel y, las heridas similares, nunca habían aguantado tanto tiempo. Estoy débil y sé que no voy a aguantar hasta que llegue la luna doble, porque apenas puedo mover las extremidades. Pero ahora solo tengo un pensamiento, que se ha dividido en dos: no sé si tengo esperanzas en la humanidad y deseo que al menos aquella niña se haya salvado con mi sacrificio. O solo deseo que la humanidad se destroce y aniquile como se merece por haber acabado con tantas especies que ningún daño les habían hecho y sólo deseaban vivir en paz.


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