Me siento observado. En un punto cercano veo parpadear una luz roja, única referencia en esta eterna obscuridad de vacío. El transporte que nos traía se ha volatilizado, en una llamarada extinta, al colisionar con algo inesperado. De siete ocupantes, tres hemos salido despedidos, por suerte viajamos con el bio-traje. El comunicador crepita lluvia estática y será porqué la nave matriz Gurú anda lejos de este punto espacial.
Nos dirigíamos al planeta FM232C para un reconocimiento de viabilidad y súbitamente nos topamos con este almacén abandonado repleto de contenedores. En principio construido por alguna raza extraterrestre. Lo poco que veo me es muy familiar, nada inexplicable. Diría que alguien juega conmigo en una simulación absurda y poco imaginativa. No pueden ser tan chapuceros, por lo menos podrían hacer que los contenedores parecieran alienígenas de verdad, pero son como los de un almacén portuario cualquiera en la Tierra. Salvo que estos están en medio de la nada, camino de un planeta por explorar. La obscuridad solo se rompe por esa luz roja de escaso parpadeo. Y esos millones de estrellas que no son suficiente luz. Solo brillan.
Estoy sentado en una terraza con vistas al vacío, he logrado anclarme con un mosquetón y sigo esperando que alguien me eche en falta. A lo lejos veo flotar por el espacio a mis dos compañeros. Los amarres magnéticos del bio-traje espacial no sirven en este almacén perdido en la nada. Parece llevar mucho tiempo abandonado y me atrevo a pensar que sus paredes vagan apuntaladas por inercia.
El bio-traje tiene una autonomía de doce horas y llevo seis en este mirador. Debo ser paciente esperando mi rescate, pero a este paso, veo más factible que primero llegue mi muerte. Paso las horas sin dormir, percibiendo como se agota el oxígeno y todavía sin noticias de Gurú, mi navío estelar, sintiéndome observado por esa luz roja.
Por un momento me ha parecido oír una voz en el comunicador. Como un loco, pulso con potencia el dispositivo, pero por más fuerte que aprieto solo se oye la crepitación. Sacudo con nervio el aparato, lo muevo intentando exigir una zona de no silencio. Sigue crepitando.
Veo sombras moverse en el almacén, entre los contenedores más lejanos. Entiendo que, sean quienes sean, poco a poco se acercaran. Ojalá me capturen, si así terminan con este calvario. No lo aguanto más. Si nadie me rescata, me quitaré el casco, no quiero ahogarme lánguidamente. Prefiero morir en segundos, congelado.
Decidido, seis minutos de oxígeno. Cierro los ojos y libero los cierres del casco con sus sonidos clásicos... ¿sonidos?
Oigo murmullos, me mareo. Abro los ojos, no veo la luz roja, no distingo el color de ninguna luz, ni de nada más. Siento como se llenan de aire mis pulmones... ¿En el espacio?
Me siento perdido de una manera incomprensible. Cuando logro enfocar la vista, la realidad que percibo me abruma y quiero llorar.
Comentarios
Sé que no se explica el tema mirador y/o terraza y ahí radica uno de mis errores, no explicarme mejor. En algunos almacenes hay partes elevadas que se pueden entender como miradores. ¿Alguien ha visto Fyrefly? la entrada a la nave es un almacén, con pequeñas terrazas en sus laterales, pues eso. Aquello es un almacén y yo tenia esa imagen en mi mente. Con un poco más de espacio podría haber explicado mejor el relato, o eliminando detalles superfluos. Veo que el hecho de no tener techo un almacén no se contempla, ni tampoco lo explicito, pero creí que se podría entender y más después del choque de una nave estelar, por pequeña que fuera. Y creo que mi personaje, a pesar de explicar de donde viene, nunca sale del almacén, Y sobre la realidad virtual... si el lo vive, es real para el, entonces el almacén existe, ni que sea en realidad virtual, pero este tema da para otro relato. Feliz año nuevo.
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