Me desperté sobresaltado y empapado de sudor. La alarma del visor sonaba con insistencia. Estiré el brazo para activar la pantalla.
–Comisario. El carpintero ha actuado de nuevo –exclamó Sofia agitada.
–¿Quien está vez?
–Herman. Está en el invernadero.
–Estaré ahí en una media hora.
Me metí en la ducha. Las imágenes de sangre y caras desfiguradas volvieron a mí. Cerré los ojos cuando el agua fría empapó mi cara, como si eso pudiera aminorar mi dolor de cabeza y hacerlas desaparecer. Maldije los efectos secundarios del tele transporte. Esta vez estaban durando demasiado. Respiré hondo para relajarme. A mi derecha una pequeña ventana ovalada me mostraba el planeta azul flotando como una inmensa canica en el vacío.
El cadaver de mi buen amigo Herman Gobler, el agrónomo, yacía boca arriba. Sus ojos vacíos estaba abiertos como platos, tenía el cráneo destrozado y los pómulos hundidos. En su mano derecha sostenía un rano de girasoles de sus fibrosos tallos como si le fuera la vida en ello. Se me hizo un nudo en el estómago. ¿Quien era capaz de perpetrar semejante atrocidad?
–Creo que los girasoles son una señal –dijo Sofía.
–O simplemente estaba cortando girasoles cuando le golpearon – susurré.
–La escena del crimen demuestra que cortó los girasoles después de recibir el golpe. Mire el recorrido de las manchas de sangre. Yo creo que sabía que iba a morir y nos ha querido dejar un mensaje.
Sofia era muy meticulosa y solía tener razón. No me había dado cuenta de una pista tan evidente. Me costaba pensar con claridad. Los girasoles se repetían en mi mente una y otra vez.
–¿Está bien Comisario? No tiene buen aspecto.
–Estoy bien –creo que respondí.
–No se preocupe, resolveremos esto –añadió tratando de calmarme –. Es la primera vez que una víctima consigue dejar una pista. Esto puede ser la clave para resolver el caso.
Estaba de acuerdo pero Sofia se equivocaba respecto a lo que me preocupaba. No era a identidad del carpintero porque ya sabía quién era. Los girasoles habían abierto una puerta cerrada en mi mente y los recuerdos no tardaron en venir a mí como un río desbocado. Comprendí que las pesadillas y los flashbacks de los últimos meses eran reales y nada tenían que ver con mi obsesión con el caso. Estaba afectado por una teletransportación defectuosa.
–Comisario, está pálido. ¿Seguro que está bien?
Sofia no tardaría en recordar que tenía una copia de la obra maestra de Van Gogh en mi salón. Queria confesar pero no podía. Quería seguir matando y no morir como un vulgar asesino. El peso del martillo debía caer sobre ella.
–Todo esta bien Sofia. Creo que he entendido la pista pero debemos actuar con discreción. Venga a mi casa y trazaremos un plan para atrapar a este mal nacido.
No quería perder a mi mejor agente.¡Yo era culpable! Pero mi otro yo habia tomado el control y ya nada podía hacer para evitarlo.
Comentarios
Siento ese doble combo de penalizaciones. El teletransporte y sus malas pasadas. Jejeje
Sí. Es una pena. Tuve puntuaciones muy buenas pero me olvidé de usar la palabra luna y lleve al límite lo del cuento contado "desde el punto de vista del investigador" : )
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