Se oyó el grito de un muchacho que limpiaba un escaparate. Vio reflejado el cuerpo cayendo. Los transeúntes giraron sus cabezas hacia el estruendo del golpe. Bocarriba, sobre el techo de una limusina aparcada a los pies del Empire State Building, una mujer.

Su rostro tranquilo, los ojos cerrados. Tocaba su collar de perlas con su mano en un gesto tan cotidiano, vivo, como perturbador, pues estaba deshecha por dentro. Parecía una estudiante universitaria tomando el sol sobre el césped del campus, resplandeciente de belleza juvenil, dormida. El metal del coche había abrazado su cuerpo como un colchón mullido.

Robert tenía su cámara. Tomó una instantánea. Murmuraba la gente sobre las fiestas en el mirador de la 86, que estaría borracha. «¿Y sí me hubiese caído encima?».

El fotógrafo aficionado entró al edificio. El conserje permanecía vigilante, cubierto de sudor, mientras los curiosos se arremolinaban junto al coche.

Había llamado a la policía. «Vi a la señorita subir con un par de hombres. Ellos flirteaban un poco. Bromeaban con lo alta que está la terraza, que no tenían vértigo y si ella sí lo tendría. Hicieron alguna tontería y se les cayó». Robert le deslizó una buena propina para que le dejase pasar.

El ascensor llegó al mirador. Formaban la fiesta unas cuantas parejas de jóvenes brindando con champán. No sabían nada del suceso. Ignorantes en medio del bullicio. Les preguntó por la mujer, una chica con un collar de perlas y cabello ondulado. Al fin uno la recordó. «Ah, sí», tambaleándose con una botella en la mano, «la vi hace un rato... ¡Solo quería invitarla, sin más! Le debí parecer poca cosa. Iba tan arreglada, equivocada de fiesta. Subiría a la terraza de la ciento dos».

El fotógrafo amateur se acercó a la barandilla. Encontró sobre ella un abrigo de mujer, un bolso y una cajita de maquillaje abierta, debajo, un papelito con el membrete del hotel Governor Clinton. La nota de suicidio estaba escrita con una caligrafía pulcra y limpia.

Robert se asomó. Contempló la vista sobre todo Nueva York: el Hudson, Central Park y el East. Justo debajo de él, a trescientos veinte metros, casi como una motita, el cuerpo de Evelyn.

Leyó:

 «Que mi familia ni nadie vea ninguna parte de mi cuerpo, ¿podrían incinerarlo? Les ruego a ustedes y a mi familia que no organicen ningún funeral o acto en mi memoria. Mi prometido me pidió que nos casásemos en junio. No creo que pueda ser una buena esposa para nadie. Estará mucho mejor sin mí. Díganle a mi padre que tengo demasiadas de las inclinaciones que tenía mi madre».

Al revelar la foto, y ver la espeluznante belleza de aquella instantánea, la observó un buen rato. Bruscamente, la introdujo en un sobre de correos, bajó a la calle y la metió en un buzón.

Fue portada de la revista Life. Luego, Robert no volvió a publicar nada más y Evelyn jamás fue olvidada.














Comentarios
  • 9 comentarios
  • Susana Calvo @Susana hace 1 año

    Muy bueno ese final tan irónico :-)

  • Jon Artaza @Jon_Artaza hace 1 año

    @Susana lo peor es que ha sido real. La foto la inmortalizó y el fotógrafo no volvió a trabajar en prensa.

  • Eme Alcaraz @EmeAlcaraz hace 1 año

    Maravilloso. Y es más
    escalofriante aún saber que todo eso ocurrió de verdad.

  • Jon Artaza @Jon_Artaza hace 1 año

    @EmeAlcaraz Busca en google la foto "El suicidio más hermoso" o algo así... De ahí nació mi interés, entre lo terrible y lo extrañamente plácido de la escena, y al ir investigando la historia completa, pues intrigante y de nuevo terrible.

  • Escalofriante historia e impresionantes las imágenes que has usado como mimbres para construirla. Me ha encantado, enhorabuena!! :)

  • Qué pena :( Me deja pensando mucho sobre el daño que hace la presión social para ajustarse a la norma ¿No dan ganas de entrar en la historia, subir corriendo antes de que se tire y, como mínimo, darle un abrazo?

  • Jon Artaza @Jon_Artaza hace 1 año

    @AnarresyUrras me conmovió mucho cuando conocí el suceso. La foto es impresionante y a la vez es terrible que exista.

  • Jon Artaza @Jon_Artaza hace 1 año

    @Kalleidoscope realmente este micro nace de la necesidad de saber, pero es difícil sacar algo en claro. Nadie lo vio venir y sin embargo fue absolutamente premeditado. Paradójicamente la hizo inmortal, ella que solo quería desaparecer. Pues sí, me hubiese gustado poder hablar con ella.

  • Susana Calvo @Susana hace 1 año

    Me has dejado helada. Qué terrorífico.


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