Su acompañante ríe descaradamente, con una mano en su rodilla, por el comentario ingenioso que acaba de soltar. El último roce ha dejado una marca de carmín en el cuello de su camisa. Ninguno del grupo parece estar atento. La penumbra y las luces hacen que sea complejo distinguir los rostros. Las botellas de alcohol caro caen una tras otra, las bromas y los comentarios hace rato que se convirtieron en un griterío casi sin sentido, agravado por la ensordecedora música. Como un corral de gallinas cuyo único objetivo parece ser el deslumbrar al resto con su poder adquisitivo y su estilo de vida lleno de excesos. Todos reconocen sentirse sorprendidos por su último ascenso. Con suerte, también sentirán envidia por la escultural pelirroja enfundada en un escotado vestido blanco que parecía no querer quitarle las manos de encima.
La sensación de liviandad va en aumento conforme el alcohol en vena crece. Alguien grita para pedir otra botella y todos jalean como si, en lugar de adultos funcionales con responsabilidades, fueran universitarios sin ganas de asistir a las clases del día siguiente. En algún momento, alguien saca un par de bolsitas con una sustancia blanca y vuelven a jalear. Y los gritos incrementan. Se entremezclan con la música y el espesor del ambiente. Todo se vuelve casi ensordecedor.
Más tarde, la borrachera y la euforia parecen haber dejado paso a la desidia. El hombre le entrega un sobre blanco y arrugado a la pelirroja, casi sin mirarla. Ella se apresura a abrirlo y cuenta los billetes del interior varias veces, como cerciorándose de que está todo. Luego, sin mediar palabra, sale del coche y se aleja hacia el antiguo edificio de ladrillo situado al final de la calle. Él arranca sin esperar a verla entrar. No hay servicio extra esta noche. Su próxima parada es una tienda veinticuatro hora donde comprar licor barato y el motel de mala muerte, situado a las afueras de la ciudad, donde se aloja desde que perdió el trabajo y su mujer le dejó, tras encontrarlo con su mejor amigo en la cama.
Quizás mañana alguien del grupo se percate el engaño. Quizás mañana alguien descubra su acadáver, ahogado en vómito. Pero ahora solo le interesa beber lo suficiente como para acabar desmayándose, eludiendo las pesadillas.
Comentarios
Cruda como un chuletón de buey que aún muge... Felicidades por el estreno.
¡A mi me gustan los bombones de licor!
@Jon_Artaza Siento que quedó algo corto, pero tampoco quería abusar. La comparativa me ha hecho gracia XD
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