El cuarteto de cuerda y el tintineo de flautas de champán se ven momentáneamente opacados por un taconeo impaciente. La mirada de Tomás se tropieza con Cintia, la ceja arqueada, los labios apretados en una línea carmín, y camina hasta su mujer con un suspiro.
—No te has despegado de Sara en toda la noche —sisea ella antes de que pueda abrir la boca.
—Cariño, estás obsesionada con Sara —resopla. El rostro de Cintia enrojece, pero Tomás sigue hablando—: Me está ayudando a organizar este evento, nada más.
—¿Me tomas por tonta?
—Cintia, por favor. —Echa vistazos rápidos a su alrededor. Por suerte, la atención de los asistentes sigue puesta en la atracción principal de la velada, el gran diamante Reina de corazones—. Esta fiesta es muy importante para la familia, ¿podrías no montar una escena?
Ella esboza una sonrisa que no llega hasta sus ojos.
—Claro, hay que apoyar a la familia. Aunque sean unos embusteros.
Cintia pesca una copa de una bandeja y se escabulle antes de que Tomás pueda decir nada. El hombre inspira hondo, suelta el aire y regresa a su lugar junto a la vitrina en la que se exhibe la gema.
—Tomás, querido.
La pareja que charlaba con Sara lo ve acercarse. La mujer se atusa las perlas y lo llama con un gesto.
—Doña Adelaida, don Francisco, me alegro de verlos.
—Estábamos hablando de lo generosa que ha sido tu familia al prestar semejante joya a nuestro museo.
—Sin duda un gran legado —concuerda su marido.
—Sí, lleva generaciones en mi familia.
—¿Cómo consiguieron un tesoro así?
Tomás mira brevemente a Sara y carraspea.
—Fue mi bisabuelo quien lo obtuvo. En… un viaje a África.
—Sí, don Fausto Soler era un gran aventurero —interviene Sara—. Lo consiguió de una tribu que lo usaba en sus… sacrificios —añade bajando la voz.
—¿Es por eso que le pusieron el nombre? —pregunta Adelaida en el mismo tono confidencial.
—Efectiv...
Un grito los interrumpe.
—¡¿Pero qué hace?!
Toda la sala se gira hacia Cintia, que ha cruzado el cordón de terciopelo y abre la vitrina.
—¡Que alguien la detenga! —exclama Adelaida—. ¿Por qué no salta la alarma? ¡Tomás!
Sin embargo, en lugar de coger la gema, Cintia se limita a vaciar una copa sobre ella. El tumulto se acalla de golpe mientras decenas de pares de ojos ven disolverse el diamante.
—Don Fausto jamás fue un aventurero —comienza Cintia—, aunque sí tenía una gran habilidad haciendo dulces. Su especialidad —coge lo que queda de la joya— eran los diamantes de azúcar.
»Sus descendientes siguieron otro rumbo, el de inventar historias y falsificar certificados de autenticidad, gracias a algunos… contactos. —Clava la mirada en Sara, que se encuentra a medio camino de la puerta—. ¿Cuál era el plan, hacerlo desaparecer y cobrar el seguro?
Tomás parpadea, y de pronto se encuentra rodeado por el equipo de seguridad.
—¿Qué hacemos con ellos?
A Tomás le parece oír a Cintia murmurando con retintín «Que les corten la cabeza».
Comentarios
Me encanta y el cierre con la frase final.... Simplemente genial
Tienes que estar registrado para poder comentar